María,Reina de la paz,
con su maternidad,
con el ejemplo de su disponibilidad
a las necesidades de los demás,
con el testimonio de su dolor,
está cercana a las mujeres de nuestro tiempo.
Vivió con profundo sentido de responsabilidad
el proyecto que Dios quería realizar en ella
para la salvación de toda la humanidad.
Consciente del prodigio que Dios había obrado
en ella, haciéndola Madre de su Hijo hecho hombre,
tuvo como primer pensamiento el de ir a visitar
a su anciana prima Isabel para prestarle sus servicios.
El encuentro le ofreció la ocasión de manifestar,
con el admirable canto del Magníficat (Lc 1,46-55),
su gratitud a Dios que, con ella y a través de ella,
había dado comienzo a una nueva creación,
a una historia nueva....
Pido a la Virgen Santísima que proteja a los hombres
y mujeres que, sirviendo a la vida, se esfuerzan por
construir la paz. ¡Que con su ayuda puedan testimoniar
a todos, especialmente a quienes viviendo en la oscuridad
y en el sufrimiento tienen hambre y sed de justicia,
la presencia amorosa del Dios de la paz!
Juan Pablo II, 8 de diciembre de 1994-